En la intimidad del baño se esconden algunos de los accidentes más frecuentes y, paradójicamente, menos comentados. La ducha o la bañera, símbolos cotidianos de limpieza y bienestar, se convierten con facilidad en escenarios de caídas que pueden tener consecuencias graves. El agua, el jabón y las superficies lisas crean un entorno propicio para resbalones que afectan tanto a personas mayores como a adultos jóvenes y niños.
La mayoría de estos accidentes ocurren en segundos, sin previo aviso. Un paso en falso basta para provocar golpes en la cabeza, fracturas o lesiones que requieren atención médica. Pese a la magnitud del problema, sigue existiendo cierta subestimación del riesgo, como si la costumbre de usar el baño diariamente borrara la percepción del peligro.
La prevención, sin embargo, está al alcance de la mano. Elementos como asas de apoyo fijadas en las paredes, alfombrillas antideslizantes o bancos diseñados para la ducha no son lujos, sino herramientas esenciales para reducir la posibilidad de caídas. Su presencia ofrece estabilidad y confianza, especialmente a quienes enfrentan movilidad reducida o alguna condición de salud que limita el equilibrio.
Los especialistas en salud coinciden en que invertir en seguridad dentro del baño es tan importante como asegurar una vivienda contra incendios o instalar un cinturón en el automóvil. Se trata de una decisión que protege vidas, evita hospitalizaciones costosas y garantiza que un acto tan rutinario como ducharse no se convierta en una amenaza silenciosa.






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